Desde que soy madre he aprendido cosas que probablemente nunca puse realmente en práctica: paciencia, amor incondicional, admiración, sorpresa. Ser madre me ha hecho entender que la vida es un pergamino en el que escribimos desde que nacemos con la cotidianeidad de los días, y es un placer ayudar a Sakura a hacerlo justo ahora, mientras ella se prepara, mientras aprende a escribir con su propia tinta los días de su vida.
Definitivamente la mejor parte de mi vida son las noches en que nos acurrucamos a platicar lo que ocurrió en el día, ella se va arrullando mientras me platica y se duerme, y juntas soñamos; parece que el tiempo se detiene y me regala minutos que son una vida entera, cuando acaricia mi cara y mi pelo para dormir.
Le ayudo a escribir su vida, a hablarla, a caminarla, a comérsela entera y beberla en onzas de leche y de jugo de manzana; a construirla con bloques de plástico y a mecerla con amor con sus monos de peluche; a leerla en sus libros infantiles.
Ella baila y yo vuelo con sus miles de sonrisas, con sus ojos que pellizcan, con su voz que promete cantar diez mil canciones de blues con su papá.
Ella abraza y besa a sus hemanos-perros y yo me siento satisfecha por enseñarle que los animales merecen tanto amor y tanto respeto como cualquier ser vivo en este hermoso planeta.
Y nos abrazamos los tres, papá, Sakura y yo, y siento un placer inmenso de que nos amemos como hoy toda la vida.
¡Feliz cumpleaños Sakura!