sábado, 22 de enero de 2011

El Puente del Arco Iris

Ivette, la doctora de Morris me escribió en mi entrada anterior un mensaje precioso en el que me ayuda a enfrentar su muerte, a aceptarla y a seguir amándolo a pesar de la distancia. Por eso, comparto con ustedes esta hermosa historia de autor desconocido que ella también compartió conmigo. Gracias Ivette por estar con Morris toda su vida, por cuidar de él, por amarlo. Eres un ángel.


EL PUENTE DEL ARCO IRIS

Hay un puente que conecta el cielo y la tierra. Se le llama el Puente del Arco iris debido a sus numerosos colores. De este lado del Puente del Arco iris hay una tierra de praderas, colinas y valles con pasto verde exuberante.


Cuando una mascota amada muere, va a este lugar. Allí siempre hay alimento y agua y un clima cálido primaveral. Los animales viejos y debilitados vuelven a ser jóvenes. Los lisiados vuelven a estar enteros. Juegan todo el dia entre ellos. Sólo falta una cosa. No están con la persona especial que los ama en la tierra. Por eso, cada día corren y juegan hasta que llegue el día en que uno repentinamente dejan de jugar ¡y mira hacia arriba! ¡La nariz se contrae! ¡Las orejas erguidas! ¡Los ojos miran fijo!¡Y esta mascota súbitamente se aleja del grupo! Te ha visto y cuando tú y tu amigo especial se encuentren lo tomarás en tus brazos y lo abrazarás. Tu rostro será besado una y otra vez y te mirarás una vez más en los ojos de tu mascota confiada. Luego cruzarán juntos el Puente del Arco Iris para no separarse nunca más.

Autor desconocido.

jueves, 20 de enero de 2011

Despidiendo a un amigo

Nunca será bueno el día en que uno despide a un ser que ama hasta el tuétano, nunca podrá serlo cuando se tiene que despedir a un amigo. Estoy tan lejos de él y no sé si alcance a llegar a tiempo para darle un beso, abrazarlo y desearle buen viaje, el último, a ese cachito de pelos que me amó y que yo amé tanto. No sé si vaya hoy o mañana, pero es lo de menos, así como es lo de menos si conservar sus cenizas, si enterrar  o no, aunque sí es mucho querer guardarlo en la memoria. Así que escribo para él ahora que todavía está y que sabe que lo amo. De verdad quiero estar ahí para abrazarlo, pero estoy en el aeropuerto llorando como una chiquilla mientras escribo esto.
Pienso que hasta tuve una premonición, justo anoche que soñé la muerte de una chica parecida  a Virginia Wolf, tan enferma, caotizada e incomprendida como ella. Justo hoy que él, al que amo tanto, despidió hace 13 años a su ser que todavía ama hasta el tuétano. Así es ella, se pasea entre uno sin que podamos hacer nada.
Morris, Juli (en mi vientre) y yo
Me quedo con ese cachito de pelos en mis fotos del álbum, en mis recuerdos, en los 15 años tan maravillosos que vivimos juntos, y luego pienso en mis otros niños, en el día que les toque partir, me voy a volver a morir poquito, pero luego sonrío porque sé que cuando llegue a casa me llenarán de babas y de pelos, y de amor, el más genuino que jamás tendré sobre la tierra.
Busqué el asiento más apartado en la sala B del aeropuerto, para llorar a gusto... y confieso que me hace falta un abrazo.
Morris Alfonso Tejeiros y Caballero, mil besos por siempre y para siempre, a donde quiera que vayas.

jueves, 13 de enero de 2011

En el corazón de una Moira


Hablaban las Moiras del dolor, de las heridas, de la fe, del amor, de con qué intensidad se viven todos esos y la magnitud con que la perciben los demás. Hablaba yo del terrible y a la vez maravilloso año que fue el anterior, y es que ese mero es el que tuvo la carne al descubierto y con limón, el mismo que trajo la bendición del corazoncito moldeado y cubierto de sonrisas, el mismo que mantuvo unidas a las Moiras y en un péndulo sus gargantas y espíritus.  Al final, haciendo un balance y un recuento, después de todo, es bueno rescatar que aunque no parezca, la fe sigue ahí –en la forma que a cada quien le sirva–, el dolor sigue ahí luchando por desaparecer y recordándonos lo humanos que somos y los hombros amigos que tenemos como mástiles en la tormenta; que las heridas poco a poco se van convirtiendo en cicatrices, al ritmo que cada quien le ponga; y el amor… el amor sigue siendo amor por fortuna. Nunca dirá una Moira “ánimo”, porque las Moiras creen en el dolor que se purga, en el llanto que cura, en la sonrisa silente que saca de los peores abismos. Y ahí está el amor, y ahí está la fe y ahí está la cura, purgando las lágrimas en tazas de café.
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