martes, 28 de junio de 2011

Un poco sobre ser madre

Lanzó un débil quejido. Cuando llegué a su recámara estaba sentada dentro de su cuna, debajo de su velo contra los mosquitos, con un puchero que decía "mami, no puedo dormir". La abracé, susurrando amores se fue durmiendo, de vez en vez tocaba mi rostro, mi cabello, como para cerciorarse de que seguía allí en eterno abrazo.
A veces me pongo a pensar en qué momento llegué a ser madre, de qué manera aprendí muecas, sonidos, risas, canciones y juegos para comunicarme con ella; cómo es que J. y yo somos padres y usamos el callado idioma que inventamos, después de su primer respiro, para hablar de ella.
Sakura está enferma, nada grave, pero han sido días que me abruman pensando si hago bien tal o cual cosa, hablándole a su pediatra (quien paciente me explica qué hacer y cómo y contesta todas mis llamadas). Me abruman porque no hay gramática perfecta que me enseñe a ser madre ni amores que no lloren cuando sé que no está del todo bien.
Lo que está más que bien es que me respondo que llegué a ello de la manera más sencilla y genuina (absurda, de hecho): siendo madre. Desde que vi la prueba de embarazo positiva, durante cada semana que aprendía cómo iba creciendo, hasta que sentí todo su hermoso cuerpo saliendo del mío y me di cuenta de que soy una guerrera por y para ella.
Porque gracias a Sakura he aprendido que no hay sacrificios en esto de ser madre. Hay dedicación, esfuerzo, ganas de mirar para siempre esa sonrisa y oir su gruesa voz llenando mi espacio.
Alíviate preciosa, aquí está tu madre para cuidarte y amarte para siempre.

miércoles, 15 de junio de 2011

Tiempo de amar

Hasta las piedras saben que  me gustan los musicales, que tengo una colección de ellos con J. Hemos pasado gran parte de nuestra historia cantando, musicando, bailando, en pleno gozo de acordes, ritmos, pasos que suben y bajan escalinatas y pentatónicas al ritmo de nuestro sístole y diástole corazón.

Hoy Sakura exigió de nuevo Rent*, dado su corto año de vida es fascinante ver su emoción y su amplia sonrisa cuando suenan los primeros acordes de “No day but today” o de “Seasons of love”, y da gusto y regusto aplaudir con ella cuando termina cada acto.

Gracias a ella se vino un cúmulo de ideas y después de la hecatombe logro rescatar una sola: es tiempo de amar.

No creo que seamos pocos los que hemos estado a punto de perder una relación importante o los que la han perdido ya, pero me queda claro que después de todo es momento de entregarse al amor. Rent me recuerda eso y más (y aquí es donde apelo a la comprensión de quien esto lee): después de una gran y terrible tormenta vino la calma, la bendita y bien merecida calma para dos corazones atribulados, y una hermosa y clara certeza vino a mí cuando J. me dedicó unas líneas de “I’ll cover you” que dicen “Live in my house / I'll be your shelter / Just pay me back / With one thousand kisses” y fue entonces cuando comprendí que me convertí en su castillo y él se convirtió en mi espada.

Y entonces el círculo se cierra. “Five hundred twenty-five thousand / Six hundred minutes / How do you measure, measure a year?”, “How do you measure the life /Of a woman or a man?Ha pasado más de un año desde la tormenta, pero apenas va a ser un año de que la paz, el amor, la concordia, la voluntad y las ganas de estar juntos se escribieron en los pliegues de mi piel y de la suya fabricando un cadáver exquisito perfecto. “In daylights, in sunsets, in midnights / In cups of coffee / In inches, in miles, in laughter, in strife”.

Mis años de vida con J. –espero que también los que le siguen– los mido en las mañanas de besos de madrugada, con las peleas infinitas que hemos perdido, las que hemos ganado, todas las que hemos llorado juntos, por derrota o por victorias bien ganadas. Mis años de vida con J. son la mejor inversión de llantos y amores, apuestas y corcheas suspendidas en el firmamento. La vida contigo, J. me recuerda que soy una mujer que eligió amar, desde el inicio de la tormenta, y que contra todo pronóstico me mantuve firme, enraizada a mi convicción, con la certeza de perder, pero con las ganas de pasar más años de vida contigo. 

Me recuerda, en fin, que mi apuesta valió la pena.

Es momento de amar. Mido mi vida en amor, en familia, en Sakura, en J.

Lo que las rocas no saben es que decidimos apostar juntos. Gracias por amar conmigo.


*Jonathan Larson, 1996.
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