Hasta las piedras saben que me gustan los musicales, que tengo una colección de ellos con J. Hemos pasado gran parte de nuestra historia cantando, musicando, bailando, en pleno gozo de acordes, ritmos, pasos que suben y bajan escalinatas y pentatónicas al ritmo de nuestro sístole y diástole corazón.
Hoy Sakura exigió de nuevo Rent*, dado su corto año de vida es fascinante ver su emoción y su amplia sonrisa cuando suenan los primeros acordes de “No day but today” o de “Seasons of love”, y da gusto y regusto aplaudir con ella cuando termina cada acto.
Gracias a ella se vino un cúmulo de ideas y después de la hecatombe logro rescatar una sola: es tiempo de amar.
No creo que seamos pocos los que hemos estado a punto de perder una relación importante o los que la han perdido ya, pero me queda claro que después de todo es momento de entregarse al amor. Rent me recuerda eso y más (y aquí es donde apelo a la comprensión de quien esto lee): después de una gran y terrible tormenta vino la calma, la bendita y bien merecida calma para dos corazones atribulados, y una hermosa y clara certeza vino a mí cuando J. me dedicó unas líneas de “I’ll cover you” que dicen “Live in my house / I'll be your shelter / Just pay me back / With one thousand kisses” y fue entonces cuando comprendí que me convertí en su castillo y él se convirtió en mi espada.
Y entonces el círculo se cierra. “Five hundred twenty-five thousand / Six hundred minutes / How do you measure, measure a year?”, “How do you measure the life /Of a woman or a man?” Ha pasado más de un año desde la tormenta, pero apenas va a ser un año de que la paz, el amor, la concordia, la voluntad y las ganas de estar juntos se escribieron en los pliegues de mi piel y de la suya fabricando un cadáver exquisito perfecto. “In daylights, in sunsets, in midnights / In cups of coffee / In inches, in miles, in laughter, in strife”.
Mis años de vida con J. –espero que también los que le siguen– los mido en las mañanas de besos de madrugada, con las peleas infinitas que hemos perdido, las que hemos ganado, todas las que hemos llorado juntos, por derrota o por victorias bien ganadas. Mis años de vida con J. son la mejor inversión de llantos y amores, apuestas y corcheas suspendidas en el firmamento. La vida contigo, J. me recuerda que soy una mujer que eligió amar, desde el inicio de la tormenta, y que contra todo pronóstico me mantuve firme, enraizada a mi convicción, con la certeza de perder, pero con las ganas de pasar más años de vida contigo.
Me recuerda, en fin, que mi apuesta valió la pena.
Es momento de amar. Mido mi vida en amor, en familia, en Sakura, en J.
Lo que las rocas no saben es que decidimos apostar juntos. Gracias por amar conmigo.
*Jonathan Larson, 1996.
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