jueves, 13 de enero de 2011

En el corazón de una Moira


Hablaban las Moiras del dolor, de las heridas, de la fe, del amor, de con qué intensidad se viven todos esos y la magnitud con que la perciben los demás. Hablaba yo del terrible y a la vez maravilloso año que fue el anterior, y es que ese mero es el que tuvo la carne al descubierto y con limón, el mismo que trajo la bendición del corazoncito moldeado y cubierto de sonrisas, el mismo que mantuvo unidas a las Moiras y en un péndulo sus gargantas y espíritus.  Al final, haciendo un balance y un recuento, después de todo, es bueno rescatar que aunque no parezca, la fe sigue ahí –en la forma que a cada quien le sirva–, el dolor sigue ahí luchando por desaparecer y recordándonos lo humanos que somos y los hombros amigos que tenemos como mástiles en la tormenta; que las heridas poco a poco se van convirtiendo en cicatrices, al ritmo que cada quien le ponga; y el amor… el amor sigue siendo amor por fortuna. Nunca dirá una Moira “ánimo”, porque las Moiras creen en el dolor que se purga, en el llanto que cura, en la sonrisa silente que saca de los peores abismos. Y ahí está el amor, y ahí está la fe y ahí está la cura, purgando las lágrimas en tazas de café.

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