Durante un vuelo a la gran capital leía un artículo que alejó los malos pensamientos acerca de sobrevolar durante media hora sobre una ciudad que apenas se miraba debajo de la neblina; el artículo me remitió a lo que alguna vez he escrito, a lo que han escrito Lady Mondegreen y Campanas de Belén, así que tal parece que sigue siendo un tema recurrente para mí.
Ana Clavel, en su artículo publicado en Letras Libres*, habla sobre Rogelio Cuéllar y su trabajo fotográfico hecho a escritores importantes (Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, entre otros) y su visión desde el lente.
Dice lo que muchas veces he pensado, que más allá de “robarse” el alma del fotografiado se trata de la búsqueda del testimonio del soy, del aquí estuve, del una vez fuimos, esa vez, justo como ese momento, el instante permanente.
La autora cita la comparación de una pintura con la fotografía “Una pintura es un asunto de distorsión creativa, y una fotografía es un asunto de selección creativa”, entonces,me pregunto si el poeta que escribe el instante de una fotografía crea su propia distorsión.
*Ana Clavel, "Del deseo a la mirada a la imagen", Letras Libres, año XI, núm. 123, marzo de 2009, pp. 72 y 73.
miércoles, 18 de marzo de 2009
jueves, 5 de marzo de 2009
El relojero
Tic tac tic tac tic tac. Me acuerdo de Sylar, pero no se trata de eso. El sábado llevé al fabuloso pasaje que está enfrente de Catedral un reloj para reparar; buscando el localito donde recuerdo haber ido muchas veces con mi mamá cuando era niña, pasé junto al local de escamochas, junto al de los dulces típicos, junto a las joyerías, hasta llegar al palacio donde además de ser relojeros tienen la gracia de rediseñar tu nombre; y no sólo eso, además del nuevo diseño, lo hacen impronunciable.
En el sobrecito en el que guardan cada pieza para reparar, el señor relojero anotó que se trataba de un "relo", que había que repararlo, que iban a ser "75 pesos" y resulta que ahora me llamo "Hliana".
Pienso en qué grafías pondría un lingüista para pronunciarlo, en cómo lo leería un niño que está aprendiendo a leer, o si deberá ayudarme un japonés a saber cómo decir que me llamo.
Por lo pronto, en lo único que puedo pensar es que a mis casi treinta años un desconocido señor relojero vino a ponerme un nombre que me encanta, y yo sólo puedo pensar en aspirarlo (hhhhhliana).
¿Cómo saber qué pensó el señor don relojero al poner dos consonantes tan incompatibles en castelllano?
En el sobrecito en el que guardan cada pieza para reparar, el señor relojero anotó que se trataba de un "relo", que había que repararlo, que iban a ser "75 pesos" y resulta que ahora me llamo "Hliana".
Pienso en qué grafías pondría un lingüista para pronunciarlo, en cómo lo leería un niño que está aprendiendo a leer, o si deberá ayudarme un japonés a saber cómo decir que me llamo.
Por lo pronto, en lo único que puedo pensar es que a mis casi treinta años un desconocido señor relojero vino a ponerme un nombre que me encanta, y yo sólo puedo pensar en aspirarlo (hhhhhliana).
¿Cómo saber qué pensó el señor don relojero al poner dos consonantes tan incompatibles en castelllano?
lunes, 2 de marzo de 2009
Júrame...
Me dijo que si un día lo dejo me dedicará esa canción "...que aunque pase mucho tiempo, no olvidarás el momento, en que yo te conocí..."; yo pienso en los años veinte, un gran vestido holgado, el collar de perlas y la voz más prístina que pueda cantar "que no hay nada más profundo que el cariño que te di". Mientras pienso en lo mucho que debe sentir para siquiera pensar que algún día puedo dejarlo, imagino la calle oscura con charcos profundos, la luna enmarcando una pareja que musita "bésame, con un beso enamorado, como nadie me ha besado desde el día en que nací"; y él aprieta mi cintura mientras yo siento una nostalgia que no me pertenece, mientras canta muy bajito en mi oído "quiéreme hasta la locura, y así sabrás la amargura que estoy sufriendo por ti".
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