jueves, 17 de marzo de 2016

Que salga el sol

Esta soledad entera, eterna.
Este eterno roble que no tiene permiso de doblarse,
que tiene las raíces tan gruesas, tan profundas,
que tiene tantas ganas de doblarse, doblegarse
lanzarse a la corriente del río que le espera con las aguas abiertas,
listas para envolverle en húmedo, lastimero abrazo.

Sobrevivir a esta inmensa soledad.
Ser capaz de no doblar las rodillas,
de no dejar salir el llanto ante tanto abandono,
ante las alas cortadas
y el corazón pulverizado.

Es esta perra vida que se ensaña
con las ganas de vivir
de los que tiene más ganas
más razones para hacerlo.

A qué viene esta miseria,
de qué va traer el estómago volteado,
los ojos húmedos, hinchados de tanto llanto
que no sale
que no quiere
que no se siente liberado.

A lo lejos sus risas,
sus riñas constantes,
su luz pequeña e intensa
reconstruye la vida
y deja salir el llanto.

Mirar sus ojos cansados,
su vida que sucede
que es real
que permanece.
Ver su luz encendida
alumbrar la más densa niebla.

Escucho
miro
los vivo.
Extiendo el cuerpo.
Mañana por fin saldrá el sol.

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