martes, 2 de agosto de 2011

Una carta para ti

Hoy platicaba con una buena amiga (casi hermana) sobre lo poco que nos hemos visto últimamente y lo invariablemente cerca que de todos modo estamos. Me dijo que quiere hablarme para contarme cosas buenas de su vida y no para lamentarse de tal o cual cosa que le pasa o que me pasa y hacer una eterna quejica. Yo contesté lo que debía, si no es para eso, ¿para qué estamos los amigos?

Me quedó mi frase en la cabeza, ha ido venido en cada alto y siga, en cada carril de derecha o izquierda, mientras me estacionaba, mientras preparaba unas quesadillas para cenar (confieso que hice una pausa para arrullar a mi pequeño chimpancé) y trato de aclarar mis ideas al respecto mientras escribo.

¿Para qué estamos los amigos? Para divertirnos, lamentarnos, amarnos, mentar madres y echarnos a perder los unos a los otros. Yo no sé si soy o no una buena amiga, pero sé que tengo buenos amigos. No los cuento por decenas siquiera, al contrario, en mi caso aplica “de lo poco bueno” y me siento muy afortunada por ello.
A mí no me importa si llamas a las tres de la mañana llorando o riendo, o nomás, porque te dio el insomnio desvelado y quieres  platicar. Tampoco me importa si eres una queja eterna, ya saldremos adelante. Y si me buscas para reír, chidísimo, a mí también me hace mucha falta orinarme a carcajadas.

Me dicen las malas lenguas que si de pronto me siento sola es que tengo que conocer más gente, otra, que hagan cosas distintas, que me retroalimenten distinto. Yo les digo a las malas lenguas que te necesito a ti, con tus demonios y tus sonrisas. Que vengan esas otras personas a poblar mi mundo, a compartir experiencias de vida, pero que te quede claro que para llenarlo, estás tú.

Te mando un fuerte abrazo. Te extraño.

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails