Herminia sale de las piedras cuando hay lluvia
cuando parece que el cielo se rompe de tanto tronar
y de tanto que caen del cielo las puntas
que agujeran su corazón.
Sale para dejar que lo penetren
que caven hondo
para que salgan chorros de sangre como emociones
como la vida que se le va mientras ve pasar a los perros.
Y es que con ella sale su vida
esa en la que lo sabe todo.
La lluvia le trae a la memoria
las risas compartidas
las lágrimas y los cantos,
los rezos en la punta de la lengua de las beatas
y las ganas de ser cigarra.
Y es que ella sabe de soledades
de huecos en la punta de las pestañas
de ecos que caen callados en las esquinas de su corazón perforado.
Y es que Herminia conjuga verbos
como rayos de luna en el monte
aullidos de lobo en si bemol.
Cigarra, ave fénix, beata, prostituta renovada,
Herminia quiere ser la palma de la mano de los muertos
para dejar de predecirles la vida
-o la muerte que es lo mismo-
para empezar a escribir salmos que los lleven a bien morir debajo de las piedras.
Que caiga entonces la lluvia
les perfore el corazón
y canten
y lloren
y escriban historias en las palmas de las manos de los que se han ido a vivir.
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